Una vez más nos toca
destacar que hoy no es sólo un día de celebración, sino un día de
reivindicación y también de memoria. Hoy se reivindican las luchas que
surgieron con motivo de una redada en un Pub de Stonewall, situado en el
Greenwich Village en Estados Unidos en 1969. Las masivas manifestaciones que se
sucedieron fueron el origen de sucesivas luchas, que no han parado, por los
derechos de las personas LGTBI.
Hoy se hace más necesario que nunca echar nuestra vista atrás, al origen
de las luchas y al origen de quienes las protagonizaron. En sus inicios quienes
comenzaron a luchar por sus derechos eran las marginadas, las sin techo, las
personas totalmente excluidas del sistema. Hoy el mismo sistema de producción
capitalista que expulsó a esas personas se erige como un sistema inclusivo,
tolerante en pro de sus derechos. La apropiación del sistema capitalista de
parte del colectivo LGTBI, o más concretamente del colectivo gay, no es más
sino una estrategia de anulación de la capacidad reivindicativa y transformadora
del mismo. Es también una nueva fuente de discriminación entre aquellas
personas dentro del colectivo que tienen acceso al nivel de consumo exigido y
aquellas que no, la división del colectivo oprimido también es una estrategia
de dominación.
Esta estrategia de división también ha afectado a las mujeres dentro del
colectivo LGBTI y a las propias relaciones entre este y el feminismo. Las
mujeres han sido invisibilizadas, en el mejor de los casos, expulsadas en el
resto de este movimiento. El patriarcado opera en todos los ámbitos de nuestra
vida y el colectivo LGBTI no es ajeno a ello. Pero sin feminismo no hay orgullo
porque la heterosexualidad impuesta hunde sus raíces en el sistema patriarcal.
En este mismo sistema tiene su origen el binarismo que clasifica a las personas
en mujeres y hombres y expulsa a todas las demás, a quienes no se sienten
identificadas en ninguna de estas categorías, construidas socialmente e
impuestas estructuralmente.
Es el capitalismo el sistema que integra o expulsa a las personas en
función de su capacidad adquisitiva. Es el patriarcado el que privilegia a
quienes se ajustan a su modelo de identidad, orientación y sexualidad impuesta.
Y son ambos sistemas en su íntima relación los que nos clasifican y jerarquizan
en función de nuestro género, nuestra orientación y nuestra identidad. Lo hacen
de tal forma que cuanto más alejadas estamos de su modelo ideal de hombre,
varón, blanco, burgués y adulto más expulsadas y criminalizadas nos
encontramos.
Por ello solo desde una práctica feminista de clase seremos capaces de
construir una sociedad donde nadie quedemos excluidas ni nadie seamos
discriminadas.