lunes, 25 de febrero de 2019

Servicios públicos: una aproximación del mundo a Ponferrada


Para entender adecuadamente el momento en que se encuentra el debate sobre la gestión de los servicios públicos y, más concretamente, de los servicios públicos municipales, tendremos que hacer un poco de historia. No hace falta remontarse mucho, basta con situarse en la década de los años 30 del siglo pasado, cuando la economía keynesiana se convierte en el instrumento que saca al mundo de la Gran Depresión, razón suficiente para elevarla a la categoría de verdad absoluta.

El predominio de esta concepción económica se prolonga hasta los años 70 que, con la crisis del petróleo, pone en cuestión el paradigma keynesiano, que, como es de sobra conocido, otorgaba un importante papel al sector público en el funcionamiento del sistema económico. Nadie había cuestionado hasta entonces que debía ser éste y no el sector privado, quien gestionara los principales servicios de la colectividad.

Con la crisis del petróleo los defensores del liberalismo ven la ocasión ideal para pasar al ataque y, con ello, cuestionar la preponderancia y hasta la conveniencia de la gestión pública. Es lo que se ha dado en llamar la “revolución conservadora”, expresión contradictoria donde las haya, pero muy apropiada para designar la arremetida de las políticas económicas de las derechas que, con el liderazgo de Reagan y Thatcher y el apoyo teórico de la Escuela de Chicago, van ganando terreno con rapidez.
En definitiva, el capital encuentra en la crisis de los 70 la ocasión de oro para penetrar en territorios que hasta entonces tenía vedados, de manera que a finales de los 80 empieza a calar la especie de que sectores como el abastecimiento de agua, el saneamiento, la limpieza viaria, la recogida de basuras o el transporte urbano debían ser asumidos por el sector privado con el argumento de que los ejecutivos de las empresas son los que saben gestionar y los funcionarios no, al tiempo que se siembra la duda sobre su diligencia, su competencia e incluso sobre su honestidad.

Como consecuencia siguieron dos décadas de absoluto dominio de la “moda” de las privatizaciones, a todos los niveles, desde el municipal al estatal. Pero la “moda” está empezando a ponerse en cuestión y ello por tres buenas razones: económicas, contables y fácticas.

Las razones económicas no son nuevas, de hecho siempre han estado ahí porque se fundamentan en la teoría del monopolio natural. De manera muy simple, un monopolio natural es una estructura de mercado que no admite más de una empresa ya que la concurrencia de varias elevaría los precios enormemente. Esto es lo que ocurre con los principales servicios municipales. No tendría sentido que varias empresas ofrecieran en una misma localidad el abastecimiento de agua, por ejemplo, cada una con su propia red. Por no hablar del saneamiento – cada empresa con su propia red de alcantarillado. Por tanto, dado que este tipo de servicios solo pueden ser prestados por una empresa, parece que lo lógico es que lo haga el ayuntamiento directamente, evitando el monopolio privado.

En cuanto a las razones contables, son muchas y además fáciles de imaginar. Podríamos resumirlas todas en la fórmula siguiente: el coste del servicio más el beneficio empresarial siempre será una cantidad mayor que el coste del servicio a secas.

Resulta de lo más irritante tener que explicar que la ciudadanía no tiene por qué pagar dividendos a los accionistas de ninguna empresa pudiendo evitarlo. Como tampoco pagar el IVA del servicio cuando se lo ahorraría si lo prestase directamente el ayuntamiento. O como otros pagos de dudosa o nula legalidad a los que una licitación brinda una magnífica cobertura.

Por último tenemos el tercer tipo de razones, que he denominado fácticas, sin duda las más poderosas. Porque la fuerza de los hechos está muy por encima de la de las teorías y las fórmulas. Hechos, además, muy cercanos tanto en el espacio como en el tiempo. Me refiero concretamente al caso del Ayuntamiento de León, literalmente en bancarrota allá por el año 2011, situación que arrastraba desde hacía largos años y que habían contribuido a agravar las privatizaciones del agua y las basuras. La solución fue la remunicipalización de ambos servicios, con un ahorro, solo en el agua, de 7 millones de euros al año. Se podrían citar unos cuantos ejemplos más, pero para muestra, un botón.

Un último dato para finalizar: ya en 2013 un estudio del Tribunal de Cuentas, organismo nada sospechoso de bolchevismo y sí muy sospechoso de liberalismo, ponía en duda que la gestión privada fuese más eficiente que la pública. Por algo sería.