
Desde el PCE, que
apoyamos la movilización, hacemos un llamamiento a la participación masiva en
la convocatoria para dejar alto y claro que “¡Nuestros derechos no se negocian!”
Manifiesto:
Las mujeres hemos estado secularmente condenadas al
silencio. Por eso, porque aún tenemos muy fresco en la memoria colectiva el
doloroso recuerdo de nuestra palabra secuestrada, no estamos dispuestas a
permanecer mudas ante la lluvia diaria de falacias alentada por un partido de
ultraderecha recién llegado a la actividad parlamentaria autonómica.
Aunque
consideramos que no merece la pena responder a lo que dicha formación plantea
contra el avance de las mujeres en la igualdad, sí creemos preciso informar a toda
la sociedad –a las mujeres y también a los hombres que, cada día más, comparten
nuestras reivindicaciones feministas– de cuál es la realidad que,
conscientemente, retuerce y falsea ese grupo político, con cuya eclosión España
ha dejado de ser la “anomalía” de Europa, ya que ahora hay una extrema derecha
perfectamente visible y, por primera vez, en solitario, aparentemente
independizada del partido conservador que la cobijó durante toda la democracia.
Dejando aparte el uso perverso del lenguaje con
el que tratan de enfangar el feminismo y equipararlo a las manifestaciones más
ignominiosas de la historia –no, el movimiento que defiende la igualdad de las
mujeres y su derecho a vivir libres de violencia no es nazismo; el
“feminazismo” es una fabulación machista para tratar de poner en el mismo plano
ideologías que en absoluto lo están–, VOX le ha declarado la guerra no solo al
independentismo o la inmigración, también a las mujeres, convertidas en los negros
de este remedo nacional de Ku Klux Klan que dispara consignas de supremacismo
masculino. Porque esta ultraderecha patria que abomina de lo que denominan
“ideología de género” –como si nombrar el feminismo o la igualdad fuera a
hacerles arder en las calderas de Pedro Botero– no quiere apartarse ni un
milímetro de esa otra “ideología”, la patriarcal, que ha mantenido siglos
confinadas a las mujeres. Parece que no pudieran triunfar si no nos apartan del
escenario político y social y nos devuelven a la cocina, debidamente
aleccionadas en las consignas de la Sección Femenina.
Es el golpe, el castigo, la rabia, la reacción
del más rancio y violento machismo ante el atisbo de que logremos finalmente
una conquista no meramente cosmética del poder que antes se concentraba
exclusivamente en manos masculinas. No lo hemos conseguido aún, pero los
avances alcanzados –ya sea en forma de protección legal a las mujeres víctimas
de violencia de género, de recursos que faciliten la autonomía vital femenina,
de negarnos al reparto de los niños por orden judicial como si fueran meros
objetos o, simplemente, de la libertad para tomar las calles y protestar porque
nos violan y nos matan casi con total impunidad– son suficientes como para que
el sistema patriarcal que define y defiende esta ultraderecha despliegue sus
arietes. Como Susan Faludi aseguraba en 1991, cuando analizó la reacción contra
el feminismo a principios de los 80 y la bautizó como “la guerra no declarada
contra la mujer moderna”, el miedo del machismo a que consolidemos el terreno
ganado es acicate suficiente: hay que devolvernos, como sea, a la casilla de
salida.
Y en ese objetivo se encuadra la campaña de VOX
y de su líder en Andalucía, alguien que, cabe recordar, fue expulsado de la
carrera judicial nada menos que por prevaricar en un Juzgado de Familia y
dictar una resolución injusta, a sabiendas de que lo era, contra una madre.
Cuando menos, sonroja que quien fue condenado por prevaricación se empeñe en
negar la realidad y afirmar, desdeñando los datos, que España padece una
epidemia de falsas denuncias contra los hombres, acusados por pérfidas mujeres
que simulan el maltrato. Frente a la ceguera voluntaria del conservadurismo de
extrema derecha, las cifras: se estima que solo en torno al 30% de los casos de
violencia machista se denuncian; además, de 1,2 millones de denuncias
presentadas entre 2009 y 2017, sólo 96 (el 0,01%) resultaron no reales, según
la Fiscalía General del Estado. Este porcentaje fue del 0,001% en 2017 (166.260
denuncias en total, de las que dos resultaron no acreditadas). Es decir, un
número infinitamente más residual que el de otros tipos de delito, como la
simulación de robos para cobrar un seguro, por ejemplo, y que, sin embargo,
nadie cuestiona ni levanta tantas ampollas.
Porque mantener calladas, en casa, “con la pata
quebrada”, como decía el refrán, a las mujeres es el objetivo de la campaña de
esta formación política que presume sin complejos de machismo. En él se
encuadra su exigencia de derogar la Ley Integral contra la Violencia de Género,
un texto legal que se aprobó por unanimidad de todos los grupos parlamentarios
en el 2004 y que convirtió a España en el país más avanzado en materia de
protección a las mujeres. Ahora, amparándose en la falacia de que “también
ellas maltratan y matan”, VOX ha puesto la lucha contra la violencia de género
en la diana y pretende, si no revertir la ley, sí neutralizarla con otra
dirigida a proteger expresamente a los varones de una violencia femenina que la
realidad confirma que no existe más que en casos excepcionales. Y partiendo de
que todas las acciones humanas tienen excepciones, que son las que confirman la
regla, nunca se ha legislado para los casos puntuales que, además, están
perfectamente cubiertos y protegidos en el Código Penal. Equiparar la violencia
es negar el carácter estructural de la que sufrimos las mujeres por el mero
hecho de serlo y minimizar de forma intolerable el casi millar de víctimas
mortales que el machismo asesino ha segado en España desde el 2003. Por no
hablar directamente de apología del terrorismo de género…
No se trata ya solo de que esta ultraderecha
envalentonada saque pecho por querer imponernos el ricino del retroceso de
derechos a las mujeres. Es igualmente importante dejar claro que idéntica
responsabilidad tendrá en ello cualquier partido que se apoye en esta formación
y haga concesiones a sus pretensiones, como tristemente se está evidenciando en
Andalucía por parte del Partido Popular y Ciudadanos, volviendo la espalda al
obligado compromiso con la defensa de los derechos humanos (en este caso, el
derecho de las humanas a disfrutar de una vida libre de violencia). Por último,
está igualmente nuestra propia responsabilidad. Es preciso que la sociedad se
movilice y tome conciencia de que tenemos tanto el Gobierno que hemos apoyado
depositando nuestro voto como el que hemos permitido no acudiendo a las urnas.
A partir de ahora, con citas electorales la próxima primavera, se impone la
necesidad de que, especialmente las mujeres, por lo mucho que nos jugamos,
ejerzamos nuestra responsabilidad democrática y dejemos claro que nuestros
derechos son intocables y que no hay pacto posible con quienes defienden en las
instituciones las pretensiones de los violentos. No vamos a callar.
¡Ni un paso atrás!