
La provincia de León vive sumida en un proceso de
desindustrialización y desarticulación económica, social y territorial. Una
región periférica en el capitalismo europeo y español en cuya división del
trabajo se le reserva el papel de exportador de mano de obra y productos
básicos. La entrada en la UE y las políticas de desmantelamiento industrial y
agropecuario han alentado esta decadencia. Los desequilibrios entre sectores y
territorios se han visto agravados con la crisis capitalista. Existen 4
contradicciones claves: la desarticulación del tejido productivo, la tendencia
a su monopolización, el paro y la precariedad laboral y la emigración, el
envejecimiento y el vaciamiento del medio rural. Todo esto responde a la
tendencia de acumulación capitalista, hemos de hilar estos procesos
coyunturales con el fondo estructural.
1. La desarticulación del tejido productivo: El PIB provincial se distribuye en
un 3,6% en la
agricultura, 17,6% en la industria, 6,5% en la construcción y un 72,6 % en los
servicios. En relación al empleo a 31 de diciembre de 2018 trabajan 8.654
personas en Agricultura (5.52%), 19.881 en Industria (12,67%), 10.898 en
construcción (6,95%) y 115.458 en servicios (el 74,77%), según el Sepe. El
trabajo autónomo desciende del 24,48 % al 23,80 % en una tendencia que muestra
que el autoempleo no es la solución a un problema social, estructural.
El sector agropecuario leonés vive un
retroceso desde hace décadas derivado de 3 elementos: el retroceso a nivel
nacional, el papel de las cuotas e incentivos de la PAC y la UE para la
reducción de determinados cultivos y el control creciente de la producción por
las grandes compañías.
Los principales
cultivos de la provincia por valor de la producción son los cereales (52%),
destacando el maíz, y las plantas forrajeras (23,6%), con la alfalfa al frente.
Les siguen las plantas industriales (9,9%), con la remolacha azucarera, y las
frutas (7,5%).
La ganadería
también ha perdido peso en las últimas décadas. La cabaña ganadera está
compuesta por 749.298 cabezas distribuidas en un 10% de bovino, 2,8% porcino,
15,4% ovino y 19,4% caprino. Un sector, especialmente el extensivo, que está
infrautilizado a pesar de su contribución a la conservación de la biodiversidad
o la prevención de incendios forestales. León lidera la producción lechera con
un 27,1% de CyL, también es la segunda exportadora
de carne de cerdo. Sin embargo, la industria transformadora leonesa importa
gran parte de la producción por la reducida cabaña.
Estas producciones agropecuarias son
altamente dependientes de las condiciones que imponen la industria
agroalimentaria, dominada por grandes multinacionales. Ejemplo claro son los
pactos de precios, por debajo de costes, que imponen las grandes corporaciones
lácteas, arruinando a las ganaderías locales. En el sector remolachero, primero
las cuotas, y después la liberalización del sector del azúcar, han hecho que
España pasase de ser soberano en su producción a importarla. El control del
mercado y la imposición de bajos precios por Associated British Foods destruye
las pequeñas producciones. Ejemplos del traslado de la soberanía y la riqueza a
las grandes empresas.
A nivel social,
la drástica merma del tejido industrial ha redundado en pérdida de puestos de
trabajo y la desintegración del económico de comarcas enteras, como las
mineras, que vivían alrededor del mismo (de forma directa, indirecta e
inducida).
Las
políticas de reconversión o
reindustrialización se han basado en la atracción de capital privado a toda
costa y la
inacción del Estado. Muestran una
ausencia de planificación sobre
dónde, cómo y cuánto invertir. La inversión en nuevas industrias o en cambios tecnológicos en escenarios
de baja rentabilidad para los capitalistas cómo en León es muy pequeña o
inexistente. El capital privado es un lastre para el desarrollo.
Al radical cierre de la minería
se unen otras industrias clave. La deslocalización de Vestas, en Villadangos
del Páramo, es un paradigma de empresas cazasubvenciones
que cierran contando con beneficios y un mercado internacional en auge, con el
consentimiento implícito de los gobiernos. Los cientos de empleos directos, los
indirectos, con el cierre de las empresas de engranajes
para árboles de transmisión y partes de maquinaria y motores motrices, los
inducidos y el brusco descenso de las exportaciones provinciales, en más
de un cuarto, son una desagradable realidad.
Los sectores industriales punteros a día de hoy son las prendas de
vestir, el cárnico, el hierro y acero,
la industria farmacéutica, el vidrio y los hilos de cables.
El sector terciario con un carácter heterogéneo ha crecido en
sectores de bajo valor añadido y empleos precarios como la hostelería o el
telemarketing. El recorte y mercantilización de servicios públicos, la
privatización y concentración bancaria redunda en una pérdida de empleo,
precarización y descenso de la calidad de vida en el medio rural. Ejemplo de
ello sería Correos, la mayor empresa pública que ha destruido uno de cada 3 empleos de carteros/as. El recorte en el empleo público ha supuesto 1.744 funcionarios/as
menos en una década. Caja España, hoy Unicaja Banco, es un ejemplo de bancarización de las
cajas de ahorros al que siguen el despido de trabajadores/as y cierres de
sucursales, especialmente rurales, mientras aumentan beneficios. El turismo y
la hostelería no se convierten en esa panacea frente al paro y la emigración. Desde
las instituciones públicas se ha potenciado esta tercerización como única
alternativa para la provincia, como bien se vio con la capitalidad gastronómica
en 2018.
2. La monopolización económica: La
concentración empresarial se observa en que 50 empresas, en su mayoría industriales, reúnen casi
la mitad de los 6.111 millones de euros de la facturación provincial. Con 4.321 trabajadores/as aportaron
la mayoría de la riqueza en 2017. En el campo, la
monopolización, a pesar de las pequeñas y medianas explotaciones, es evidente.
Las multinacionales imponen precios, controlan los bancos de semillas, el
crédito, los productos fitosanitarios y la distribución.
3.
El paro y la precariedad: El paro se cronifica por territorios. Destacan el
medio rural, las cuencas mineras y Ponferrada, la ciudad de Castilla y León con
la tasa de paro más alta, duplicando las de Soria. También por edad, 18,4% del total, frente al 6,8% de hace una década. El
desempleo femenino es del 54,33 % sin contar el no registrado.
El
descenso del paro en los últimos años esconde dos fenómenos. León registra la
cuarta tasa de actividad más baja de España (50,50 %). En una década se han
perdido 21.069 afiliados/as a la seguridad social, un reflejo de la emigración.
El empleo se concentra en las ciudades (el 59,03% en León, Ponferrada y San Andrés del Rabanedo) y pueblos con
industria. Únicamente 12
municipios leoneses el número de trabajadores/as está por encima del 50% de su
población.
Por
otro lado, nos encontramos con una precarización de las condiciones laborales.
Menos de la mitad (46,84%) tienen un trabajo estable a jornada completa. En el
caso de las y los jóvenes
leoneses cobran un 28% menos que antes de la crisis.
4. El resultado de lo anterior es un aumento de
la emigración, el envejecimiento y el
vaciamiento del medio rural. Sólo en la década de crisis capitalista León
perdió 36.454 habitantes. Profundizando una dinámica que se arrastraba desde la
mitad del siglo XX y que incrementa el índice de envejecimiento (231,74) es casi el doble que el de la media
nacional (120,46).
La
falta de empleo y expectativas de futuro, el deterioro de los servicios
públicos, la falta de actividades deportivas, culturales o de ocio, el
aislamiento geográfico o digital (con 86.024 personas sin conexión a internet o
de mala calidad), en definitiva la degradación de la calidad de vida, explica
la alta emigración juvenil.
Una economía sin
industria es muy frágil y este modelo insostenible al medio plazo. La
dependencia de las pensiones y de la inversión privada puede llevar a un
colapso por una doble vía. Por un lado, la muerte lenta. Por otro, la
dependencia de proyectos estrella
altamente dañinos desde un punto de vista social, medioambiental y laboral, que
se aprovechen de la desesperación.
Este modelo
es un desastre social. La reindustrialización de la provincia es una tarea de
primer orden en la que la iniciativa privada (directa o estimulada) ha
fracasado. La inversión en nuevas industrias o en cambios tecnológicos en
escenarios de baja rentabilidad para los capitalistas cómo León es muy pequeña
o inexistente. El capital privado es un importante lastre para el desarrollo.
Es necesario cambiar de lógica. La planificación socialista democrática y la iniciativa pública,
total o parcialmente, son las únicas
alternativas viables y razonables. La integración de los diferentes
sectores económicos y la
nacionalización de los estratégicos, imprescindible. Reasignar los
recursos mediante empresas públicas nuevas, participadas o nacionalizadas,
legislando para orientar las inversiones privadas e incluso compensando pérdidas
en algunas áreas prioritarias. Sólo de esta forma podremos abordar los retos
sociales, demográficos, laborales y ecológicos de León. Sin que supongan una amenaza para las y los trabajadores y
se conviertan en una oportunidad para la lucha por el cambio social.